Un poco de historia...
La pintoresca plaza de Puerta Cerrada debe su nombre a una de las cinco puertas que tenía la antigua muralla cristiana de Madrid, levantada en el siglo XII. Tras la conquista de Madrid por Alfonso VI, en 1083, era necesario proteger los arrabales de la Villa, repoblados por los castellanos, con una muralla. Las entradas de este recinto eran la Puerta de la Vega, Puerta de Moros, Puerta Cerrada, Puerta de Guadalajara y Puerta de Valnadú. Son pocos los restos que se conservan de esta muralla, casi todas cubiertos por edificios posteriores, pero permanecen los nombres de Puerta Cerrada y Puerta de Moros en los espacios donde se alzaron.
Desde entonces empezó a ser conocida como Puerta Cerrada, nombre que perduró una vez que la puerta medieval fue derribada. Su demolición se produjo en el año 1569, con ocasión de la entrada en la ciudad de Isabel de Valois, esposa de Felipe II. Estaba flanqueda por la Torre del Vinagre, posiblemente destruida en 1647.
A mediados del siglo XV, el Madrid cristiano se fue especializando en artesanía y comercio.
La concentración de numerosas casas y talleres de artesanos en esta zona está en el origen de los nombres de las calles de Madrid en muchos casos. Junto a la Puerta Cerrada se instalaron los fabricantes de cuchillos y tijeras, los latoneros y cobreros, y los tintoreros, cuyos nombres se conservan en el callejero.